El graduado que ha pitado en 5 mundiales de voleibol
Argentina, Bahréin, México dos veces e Irán, son los torneos en que Jorge Erazo ha estado como árbitro de la federación internacional de este deporte.
Por: Juan Carlos Monzón. Oficina Asesora de Comunicaciones
Es licenciado en educación física de la promoción de 1989 de la sede de Fusagasugá. Sus inicios en este deporte que mueve al año 900 millones de fanáticos se lo debe a la UCundinamarca. “Yo en aquel entonces trabajaba haciendo mis primeros pinitos como juez de atletismo. No obstante, una vez el profesor Raúl que me dictaba voleibol, me llamó aparte y me preguntó que si yo quería hacer un curso distrital de arbitraje de ese deporte que organizaba la Liga de Bogotá.”.
Y este fue el comienzo de esta historia exitosa para este hombre padre de familia, que vive en Soacha y es directivo docente en un colegio de Ciudad Bolívar. “Presenté todas las pruebas y entre diez, ocupé el primer puesto. Para esa época Fusagasugá era aún un pueblo, pueblo, por lo que yo no tenía más distracción que ponerme a leer para pasar dichos exámenes y los de la universidad”.
Así, poco a poco lo empezaron a ir llamando por referidos que sabían ya de su buen nivel en el curso. Por eso cada cierto tiempo tenía que arreglar su maletincito con su traje de árbitro y su pito y subir en la flota Autofusa hasta la capital. “Inicie con campeonatos en las cajas de compensación los fines de semana y en la Liga de Bogotá había un programador que me planillaba para los distintos eventos que había en la ciudad. Duré como tres años en esa dinámica hasta que, por mi buen desempeño, me mandaron a un curso de arbitraje en Pereira. Me fue muy bien y ahí se me abrieron las puertas para eventos de carácter nacional en las niveles infantil y juvenil”.
Y es que en Colombia los árbitros se clasifican en tres categorías que son: A, B y C en donde la primera es la que le permite llegar a torneos tipo juegos nacionales. “En promedio uno se gasta tres años en cada una y va ascendiendo de acuerdo con su desempeño el cual es monitoreado de manera minuciosa por la Federación Colombiana de Voleibol. Considero que un árbitro alcanza su plena madurez tras diez años de arduo trabajo”.
Así llegó a ser árbitro internacional
Su carrera ha sido como la de los militares que los llaman cada cierto tiempo para curso de ascenso. ”Yo hice las tres fases, hasta que un día me llamaron de la federación y me dijeron que si quería hacer el curso para ser árbitro internacional. De una les dije que sí y empaqué maletas y me fui a La Paz, Bolivia. Éramos diez y quedé de tercero, tras muchos días de clases teórico-prácticas y exámenes”.
Sin embargo, al final no le dieron la tan anhelada credencial de árbitro internacional, pero su persistencia inculcada por la UCundinamarca como un valor fundamental, le sirvió de mucho. “Me exigieron que debía saber inglés y me dieron un plazo de dos años para entregar la certificación respectiva. Por eso me puse a estudiarlo día y noche y cuando se desarrollaron los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Cartagena, presente mi examen con calificación satisfactoria y ahí si me la entregaron. Era el año 2009. Ahora en Colombia sólo somos cinco con esa categoría”.
Sostener ese título es bien exigente, pues hay que revalidarlo cada vez que lo llaman de la Federación Internacional de Voleibol para que esté impartiendo justicia de pie en una plataforma que está pegada a uno de los postes y con una visión cincuenta centímetros sobre la red. “Cualquiera podría decir que es fácil estar allí parado, pero no. Hay que tener una muy buena condición física y mental, aspecto que siempre se nos exige ya que un partido puede durar dos horas y media y los balones son lanzados entre 80 y 120 kilómetros por hora por lo que el nivel de atención debe ser total”.
Cualquiera pensaría que su trabajo empieza solo al subirse a esa plataforma, pero no hay cosa más alejada de la realidad. “De todos los deportes que existen de nivel profesional, este es el que más protocolos tiene. Es obligación de uno revisar todo el escenario, chequear los camerinos, la presentación de los uniformes, los elementos como balones, malla, entre otros. También es importante verificar el trabajo de al menos veinte personas que apoyan entre los recoge bolas, las personas que limpian el piso de sudor de los jugadores, los jueces de línea y anotadores”, comenta.
Y es que en su palmarés ya aparece el Campeonato Suramericano de Voleibol en países como Chile, Perú, Brasil y Ecuador. “La que más recuerdo fue la final femenina que se disputó en Lima en 2012. Me temblaban las piernas del susto al ver ese coliseo repleto. Yo sólo rezaba para que todo saliera bien, pues era el anfitrión contra nada más y nada menos que Brasil. Afortunadamente todo salió muy bien y ganó Perú después de diez años sin hacerlo. Ese día al concluir el partido me acordé de la frase que un colega que me dijo alguna vez: ´Jorge, el mejor partido es cuando se habla de los jugadores y no del árbitro´”.
Hace poco llegó del mundial femenino en Irán en donde pitó hasta cuartos de final, además que ya había estado en los de Argentina, Bahréin y México. “Fue una experiencia increíble llegar hasta allá postulado por la federación internacional que me ha tenido siempre en cuenta”.
Y por si fuera poco, la Confederación Norte Centroamérica y del Caribe de Voleibol también lo están requiriendo para que pise sus maderámenes impartiendo justicia. “Es una satisfacción inmensa porque allí he pitado partidos entre Estados Unidos y Cuba que son escuadras de nivel olímpico y a Canadá y México”.
No obstante, le falta un sueño por cumplir. “Quiero estar en unos olímpicos y para eso debo entrar a un selecto grupo de 15 árbitros que son la elite. Eso sería cerrar con broche de oro mi carrera”.
Finalmente, cuando se le habla de la UCundinamarca, de su boca solo salen palabras de reconocimiento a una institución que lo formó para la vida favoreciendo los valores democráticos, la civilidad y la libertad. “A mi alma mater le debo esta vida y la otra. Ella que me inculcó la disciplina sin la cual no estaría donde estoy a nivel laboral y arbitral. Profesores como Jaime Acosta, Hernán López y Gabriel Montoya, entre otros, me marcaron para siempre de manera positiva y les estoy agradecido.”