El graduado que es juez internacional de ovinos
Se llama Daniel Castro, es zootecnista, tiene un criadero de ovejas de la raza Katahdin y se la pasa por casi toda América premiando los mejores ejemplares.
Por Juan Carlos Monzón – Oficina Asesora de Comunicaciones
Lo contactamos cuando iba viajando en su camión, rumbo a la Feria Exposición de Tuluá en donde sus ovejas serán protagonistas. Con la sencillez que siempre caracteriza a los boyacenses, nos atendió para hablar de cómo se convirtió en juez y cómo gana por esa labor en el extranjero buenas divisas. “Yo soy descendiente de campesinos y mi abuelo siempre, tuvo un camión y desde niño lo acompañaba a transportar ganado lechero para las ferias de exposición. También recuerdo que, en la finca, en Chiquinquirá, él mantenía un pequeño rebaño de cuatro ovejas. Yo creo que mi afición a los ovinos y el campo en general, se lo debo a esa etapa de mi infancia”.
Pero fue la UCundinamarca la que lo enrumbó por ese camino, pues los docentes cumplen un papel decisivo en promover la Ciencia, la Tecnología, la Investigación e Innovación. “Tuve en sexto semestre un profesor que me motivó a trabajar con ovinos, ya que para esa época se estaba profesionalizando ese sector y había un boom en el país con la importación de nuevas razas, entre ellas la Katahdin”.
Es así como animado por ese comentario, empezó a recorrer, según nos cuenta, muchas ferias de exposición de ovinos queriendo poner en práctica lo que había aprendido en la granja la Esperanza de la UCundinamarca con las ovejas y el grupo de investigación de entonces del cual hizo parte. “Empecé a involucrarme cada vez más en ese mundo como asesor en distintos criaderos y a aprender lo más se podía”.
No obstante, sabía que aún le faltaba mucho camino por recorrer, ya que con el diploma de zootecnista que había logrado no le era suficiente. Entonces un día, navegando por internet y buscando cómo se podía capacitar en el conocimiento de la raza Katahdin, dio con el nombre de Alejandro Ferrer, quien tenía un criadero en Veracruz, México. “Le escribí y le dije que me interesaba conocerlo. Para esa época, ya había logrado algún reconocimiento y él tenía contactos en Colombia, pidió referencias mías y finalmente me invitó a estar allá. Al poco tiempo viajé gracias a la plata que me dio mi papá que era conductor de tracto mula y el doctor Alejando empezó a enseñarme todo lo de esa raza, mientras él me brindaba alojamiento y comida, yo me comprometía a lavar sus ovejas, limpiar los corrales y mantener todo en orden. Con el correr del tiempo él vio una mejoría en su rancho y al final terminé como jefe”.
Le gustó tanto su trabajo, que de ahí nació una bella amistad que ha perdurado hasta hoy tanto así que lo llama “mi mentor”. “Él ha estado en Colombia como invitado especial en mi criadero en donde ha dictado varios seminarios y ha hecho trabajos de reproducción con mis ejemplares”.
Así, Daniel Felipe se fue capacitando para ser jurado en las ferias de ovinos en donde evalúa razas. “Tras estar en México un año y hacer varios cursos y después estudiar en el Instituto de Biotecnología y Reproducción Animal de Guanajuato, obtuve mi licencia como juez oficial que me dio la Unidad Nacional de Ovinocultores. Regresé al país y fundé mi criadero llamado Rancho La Cuarenta que queda en Arbeláez. De ahí en adelante también he formado a otros en esta profesión de ser jurado”.
Y es que ser juez requiere de temple, y él lo sabe, pues de su conocimiento, agudeza visual y su tacto en el cual busca el estándar ideal de la raza, depende la cotización de un ejemplar en el mercado que puede estar desde 500 mil pesos hasta 40 millones de pesos. “Me han llamado para juzgar ejemplares en Venezuela, Puerto Rico, Estados Unidos, Bolivia, Ecuador, Colombia, Perú y México y eso es motivo de orgullo. Es un trabajo difícil porque se requiere de carácter y estudio para dar un veredicto que a veces no les gusta a algunos criadores quienes reviran, entonces toca sustentarles el fallo. Hacer este trabajo no es para pusilánimes”.
Así es este hombre de 35 años, quien no duda en darle una recomendación a las nuevas generaciones de zootecnistas de la UCundinamarca. “Aprovechen la universidad, los profesores, los espacios, el conocimiento, porque cuando uno sale al mercado laboral, ya no hay tiempo para eso”.
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